Etsa·topia. De vuelta a la escuela
El pasado 6 de abril participamos en Etsa·topia, un festival de arquitectura organizado por los alumnos de la Escuela de Arquitectura de Valencia. Se trata de un evento que pretende ampliar los límites de la disciplina más allá de las aulas. Tres días, en los que profesores, alumnos y miembros de la comunidad universitaria, participan de forma activa en debates y conferencias en torno a la arquitectura.
La edición de este año estaba dedicada a las «fracturas» o pequeños fallos del sistema que permiten mejorarlo. En esta línea Carpe compartimos nuestra experiencia en la conferencia de clausura del festival. Explicamos tres proyectos que desarrollamos en el estudio, que habían aprovechado fisuras en su planteamiento para ofrecer soluciones alternativas a las inicialmente previstas.
Pero lo realmente apasionante para nosotros fue volver a la escuela donde nacimos como colectivo de alumnos, de la mano de un proyecto como Etsa·topia. Permitidnos por eso, que echemos la vista (solo un poquito) atrás. Carpe surgió en la primavera de 2012 como un grupo de alumnos que compartíamos inquietudes similares: ofrecer nuevos enfoques a la disciplina y a la aproximación que se hacía en la escuela, de la idea de ciudad. Veíamos como en otros lugares se daba voz a proyectos innovadores y no encontrábamos un espacio para poder compartirlos en nuestro entorno, de modo que decidimos crearlo nosotros mismos en nuestra propia escuela. Lo llamamos Ciudad Sensible. Una serie de conferencias y talleres sobre nuevas formas de hacer ciudad que alteraban por una semana la rutina de la escuela. En la primera edición acogimos a una decena de proyectos y colectivos. Después vinieron dos ediciones más y una trayectoria paralela como estudio profesional. Es por todo esto, (volviendo al presente) por lo que volver, nos hizo tanta ilusión, porque creemos que parte de lo que nosotros ayudamos a crear, nos acoge siete años después.
En todo este tiempo imaginamos que las inquietudes que nos impulsaron a nosotros entonces, no son las mismas que han motivado Etsa·topia, pero derivan de problemas similares. La enseñanza de la arquitectura está lejos todavía de los retos que debe afrontar la profesión hoy en día y esto se refleja en los intereses de los alumnos. Por eso, proyectos como éste, organizados por ellos mismos, son tan necesarios en la escuela, porque amplían la divulgación de la disciplina, invitan a participar de la vida extracurricular, construyen escuela. Porque a menudo el sistema académico impulsa a los alumnos a cumplir con lo estipulado, a alcanzar un estándar sin implicarlos en la comunidad universitaria. Participando en proyectos en nuestra escuela, nosotros aprendimos a trabajar en entornos colaborativos, integrados en equipos interdisciplinares. Cuidar los procesos, estar conectados a los agentes del territorio y ser profesionales con un posicionamiento social claro, son cuestiones fundamentales en la formación de los arquitectos. Quizá el lugar para aprenderlo sea fuera de las aulas.